Anaquel

WARREN ZANES «Petty» (Neo Person, 2018)

WARREN ZANES «Petty» (Neo Person, 2018)

La canción como refugio.

Por José Ramón González.

 

wzpettyHe tardado en iniciar la lectura de este libro. Petty se publicó en España a principios de año —en Estados Unidos algo más de dos años antes, en 2015—, unos meses después de que Tom Petty se marchara. Fue ese hecho el que me impidió enfrentarme a esta historia, el de que Tom Petty ya no estuviera. Y no ha sido fácil. Entender y asumir el sentimiento de tristeza que produce la desaparición de alguien a quien no se ha conocido, tan solo a través de sus canciones, es algo tan hermoso como extraño. Sin embargo es indiscutible que un artista y sus creaciones pueden tener una influencia así de vital en la existencia de muchas personas. Eso lo expresa de forma brillante Warren Zanes en este libro. Tras su lectura no queda ninguna duda respecto a lo importante que es el arte para los seres humanos. Los que aman la música, en esta obra tienen un documento que les respalda en no avergonzarse si se les saltan las lágrimas al escuchar una canción o si experimentan una sensación parecida a la felicidad gracias a los reconocibles acordes de una guitarra. A través de ella llegamos a comprender por qué esa música es tan importante para nosotros. Jackson Browne declara muy acertadamente refiriéndose a Tom Petty: “Su música desprende intimidad, y eso afecta profundamente a quien la escucha” (pág. 204).

Zanes adopta desde el comienzo un punto de vista personal, con lo cual asume que la historia que va a narrar es también una historia importante para él (“Yo no era más que un crío perdido en la tierra de los perdidos” […]). Ese tono facilita la identificación del lector. Sus destrezas narrativas proporcionan a la obra una cantidad de recursos que hacen la lectura más apasionante: anticipaciones, conexiones entre fragmentos alejados que dan sentido de unidad, expresiones cuidadas de calado lírico y profundidad en sus valoraciones, además de técnicas narrativas como la suspensión al final de capítulos. Es tan hábil que es capaz de cazar ideas que nos sobrevuelan y expresarlas de modo asombroso, por ejemplo cuando habla de la influencia de los clásicos en las nuevas bandas de los setenta: “Había algo en la nueva música que nos traía a la memoria todo lo que nos gustaba de lo viejo. Petty parecía conectar esos dos mundos mejor que nadie” (pág. 12). Pero Zanes no solo cuenta la historia de Tom Petty & The Heartbreakers, sino que con ello hace un viaje a parte de la historia de Estados Unidos desde finales del siglo XIX a través del abuelo de Petty, de la historia de la música desde mediados del XX y de la industria musical hasta nuestros días. La historia de los Heartbreakers es también la historia de la música de las últimas cuatro décadas.

El Tom Petty que canta esas canciones que han sido la banda sonora para millones de personas y que ha llegado a ser uno de los artistas más importantes de la música americana de los últimos cuarenta años nunca dejó de ser el Tom Petty de Gainesville. La dura infancia y difícil adolescencia de Tom serán determinantes en la formación de su personalidad, datos que quedan hilvanados a lo largo del libro y que se retoman al final del mismo, tratando de dar sentido a la forma de actuar del líder de los Heartbreakers cuando ya es un adulto y ha alcanzado el éxito. Sin ello sería más complicado entender por qué es tan importante para él mantener a su banda unida a pesar del permanente desafío de Stan Lynch, alargar la agonía de una familia desmoronada por el trabajo de Tom y por la enfermedad de su esposa Jane, o la dedicación absoluta a sus canciones como refugio de todo lo demás (“Las canciones eran lo único a lo que profesaba más fidelidad que a su banda”, pág. 249). Resulta paradójico que la tristeza casi permanente de un artista sea la catalizadora de las creaciones que tan felices hacen a los demás. La música tiene algo de catártico, de vía de escape de la realidad.

Zanes dedica más de un centenar de páginas a elaborar la narrativa del proceso por el cual Tom Petty llegó a ser Tom Petty. “Era ambicioso y estaba aterrado, pero siempre se aseguraba de que no te dieses cuenta. […] A muy temprana edad tuvo que inventarse a sí mismo”, dice Stan Lynch (pág. 320). Tom Petty se tuvo que inventar a Tom Petty. También se inventó a los Heartbreakers. La banda se convierte en una idea que necesita mantener a toda costa, no se puede permitir fracasar, es la familia que nunca tuvo: “Mientras que la familia era una mierda […] las bandas podían ser algo diferente. Esa era la idea. Había algo en la cara de los Beatles que se parecía a la libertad” (pág. 54). Al mismo tiempo descubrirá que “los problemas son la base de las bandas” (pág. 148). Y así, el libro se transforma en una narración irresistible acerca de cómo es la vida en una banda de rock. Se suceden un montón de reflexiones y declaraciones interesantes sobre la vida de los músicos y de una banda. Pero Petty siempre recurre a lo más importante en su vida, ese refugio que siempre le espera, las canciones. Para Stan Lynch lo importante era divertirse saliendo de gira; para Tom, para el creador, lo importante era hacer discos (“las canciones eran el lugar donde transformaba su pérdida en otra cosa”). Entre el batería y el líder de la banda el conflicto se arrastra durante muchos años. El liderazgo, los arranques de ira, la amistad, las confidencias, los secretos, la falta de confianza, la complicidad silenciosa, la admiración mutua son el camino por el que avanza una de las bandas más importantes de la historia del rock.

Al tratar las relaciones de los miembros de los Heartbreakers y cómo se van conociendo Warren Zanes da muestras de una gran habilidad, agilidad y elegancia. Aunque antes, el nuevo Tom Petty ya empieza a surgir con los Mudcrutch, pues “cuando abre la boca surge un personaje. Sabes que ahí hay una historia” (pág. 114). Un narrador con talento también se revela en Zanes cuando tiene que afrontar los conflictos de la vida familiar de Tom Petty tras su éxito, dando la talla en la introspección psicológica y en la sensibilidad estilística. Aquí se detiene en un aspecto de indudable interés, y bastante habitual en las biografías de los artistas, el momento en que la dura realidad familiar se opone al éxito artístico. En ese momento y a partir de entonces el equilibrio entre esas dos realidades es muy difícil de mantener (“El rock and roll proporciona una base inestable sobre la que erigir una familia”, pág. 221), pero, como admite el propio Tom Petty, “necesitaba seguir siendo Tom Petty” (pág. 222), aunque “mi nueva posición en la vida conllevaba un montón de mierda” (pág. 233).

Son muy interesantes las páginas dedicadas a otro conflicto, el que se produce entre arte y negocio, en concreto cuando Petty necesita un cambio en su carrera pero la compañía no lo apoya. “Nadie iba a mover ficha en el nombre del Arte cuando el anciano Comercio tenía los ojos puestos en el tablero” (pág. 302). Igualmente valiosas son las reflexiones sobre la posición de los clásicos y cómo los perciben los aficionados. Precisamente la importancia que una banda tiene para los fans es tratada más adelante por Zanes con muy buen tino.

Sin embargo, los momentos más reveladores son los que tienen que ver con la dedicación de Tom Petty a las canciones, la relación casi mística que tiene con ellas. El libro está repleto de referencias al tema. No se habla de inspiración a lo largo de la narración sino, frecuentemente, de refugio. Cada vez que Petty se siente acorralado recurre a las canciones, va en su busca. “Las canciones siempre han sido un buen sitio donde refugiarse” (pág. 333). Del mismo modo se hace referencia en varias ocasiones a “la vida interior de las canciones”, cómo descubrir matices, desarrollos expresivos, cómo evolucionan y adquieren nuevos significados. Tom Petty se entrega a ellas completamente. Todo lo que nos queda de él está sin duda en sus canciones, y Petty es una emocionante posibilidad de comprenderlo.

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