Críticas Casco Antiguo

VINNIE MOORE «Time Odyssey» (Squawk/Mercury, 1988)

VINNIE MOORE «Time Odyssey» (Squawk/Mercury, 1988)

El reverso del corazón.

Por José Ramón González.

 

Que este sueño se encuentre con el suyo y lo alumbre hacia la paz

 

Han llegado a Ciudadano Rock varias novedades en las últimas semanas pero, lo lamento, no puedo atender a ellas en estos momentos. Determinadas circunstancias han bloqueado mi cabeza a la recepción de estímulos en forma de nuevas composiciones. Quizás sea también mi corazón, que ha adoptado una posición de recogimiento sobre sí mismo y no admite, ni entiende, ni puede interpretar algo que se proyecte del presente hacia el futuro (o más bien del futuro hacia el presente); sólo parece reaccionar cuando se concentra en el pasado. El reverso del corazón está a oscuras.

Como tantas otras veces, en momentos así la música se transfigura en un refugio de consuelo, en una tienda de campaña de urgencia en zona de conflicto, en una cabaña aislada en la que, por unos minutos, uno puede respirar y serenarse; en un bálsamo que, si bien no cura, alivia durante un instante, el tiempo necesario para reponerse y seguir afrontando la implacable realidad que nos obliga a plantearnos cuestiones absurdas sobre el sentido de la justicia y pamplinas por el estilo, algo que tampoco me resulta nuevo. ¿Por qué no le llegan los males a los miserables y sí a personas buenas que no han hecho más en su vida que mejorar la de los demás, que han sido tan generosas que han hecho creer a quien se ha cruzado con ellas que la vida es mejor de lo que pensaban, que con su humildad han enseñado más que cualquier sabio que en el mundo ha sido? Preguntas ridículas, idiotas. La vida no sabe de justicia, no entiende qué es eso. Los humanos somos los que deberíamos hacer valiosos conceptos como ese, pero es que parece que la vida va por un lado y nosotros por otro. Uno de los pocos ámbitos en los que parece que percibimos que se concilia el sentido de nuestra existencia con el del universo es en el de la música, aunque sin duda también en muchas otras artes. Su infinito poder nos hace creer, entender, sentir que merece la pena algo de lo que nos ocurre. Si hemos sufrido, puede haber tenido algún sentido si durante ese proceso nos hemos emocionado escuchando una pieza concreta, si ante la desesperación unos acordes nos han dicho que hay esperanza, si la tristeza ha encontrado consuelo mecida en una melodía mil veces escuchada y compartida, si un estribillo nos sorprende de manera inesperada derramando lágrimas y, al escucharlo, somos capaces de sonreír al mismo tiempo.

He creído, en un sueño de ilusión, que mi propia experiencia con este arte, mis emociones, podrían transmitirse a alguien que no ha escuchado esas canciones, a alguien que me importara y lo necesitara. Ojalá fuese así, ojalá esas sensaciones sirvieran de curación a las personas que queremos, les llegaran flotando como una brisa sanadora, un alivio fresco ante el sufrimiento en una sucesión de notas iluminadoras que, también, extrajesen una tímida sonrisa en el desierto de la tristeza.

Por eso, en lugar de cumplir con mis obligaciones de redactor diletante, he huido a refugiarme hacia lugares conocidos por su eficacia en estas lides. El sitio ha sido Time odyssey, creado por Vinnie Moore, si bien podría haber sido, como otras veces, The introduction de la Steve Morse Band o Never look back de Blues Saraceno, aunque sólo fuera por esa preciosidad que abre el disco titulada «Remember when»; discos instrumentales que han dado forma e incluso han descubierto, o hasta creado, innumerables emociones en mi vida. El álbum de Vinnie Moore es una obra maestra de los discos de hard rock instrumentales, y en concreto de esa línea que se llamó rock neoclásico. Moore alcanzó la perfección en este subgénero de una manera bellísima y, no sé por qué lo percibo así, modesta, algo que se adapta muy bien al contexto que me pide el momento. Es un trabajo que contrasta en muchos aspectos con su anterior Mind’s eye, más contundente y exhibicionista, más hiperbólico y volcánico, con esa batería implacable de Tommy Aldridge que revienta cada compás. Otro disco extraordinario, sin duda, tras el que Vinnie Moore, muy inteligente, decidió cambiar, como hizo posteriormente en el portentoso y menos apreciado y absolutamente reivindicable Meltdown, para evitar eso que tan poco le atrae de repetirse.

En Time odyssey se conjugan muchísimas sensaciones, emociones, vibraciones, texturas y ambientes, todos envueltos en una especie de tonalidad melancólica y dramática, una aspiración elevada y a la vez cercana, unas construcciones complejas pero comprensibles, tan como la existencia que parece construido expresamente para este momento. Conceptos como el paso del tiempo, las incógnitas sobre el destino y el futuro, los sueños, los otros mundos, la naturaleza… son los asuntos que se abordan en este álbum: “un viaje a través de la vida”, como se indica en la contraportada.

Pocos comienzos hay tan hermosos como ese «Morning star», cargado de referencias a la música clásica. La Ibanez de Moore adopta un sonido con poca saturación, cálido y limpio, opuesto al que exhibía en su anterior álbum; la batería, a cargo de Joe Franco, reduce su protagonismo y apaga su pegada para equilibrar el conjunto. Por su parte, Michael Bean tiene que cubrir al bajo muchas partes de las composiciones para enriquecerlas y darles el aire orquestal que exigen, espacio en el que los teclados de Jordan Rudess se hacen imprescindibles, no para emular orquestaciones espurias, sino para ofrecer el contrapunto, los detalles, la riqueza de una orquesta de rock, o una banda orquestada que no pretende dejar de ser, sobre todo, rock. Las melodías de «Morning star» son de las que se asimilan de tal modo que ya no lo abandonan a uno jamás. Pieza inconmensurable e inspiradísima, irrepetible e imposible de imitar pues su grandeza y fragilidad son únicas.

«Into the future» va precedida de un «Prelude» compuesto por Rudes. Su ritmo acelerado transmite el ansia por conocer el futuro, el desconcierto y la angustia que genera el desconocimiento acerca de lo que va a ocurrir. Aquí sí podemos observar algunos puntos de coincidencia con su anterior álbum consistentes en una mayor exhibición de técnica, notas rápidas sobre estructuras de nuevo clásicas.

Más onírica y reposada es «Beyond the door». Bajo y batería hacen un trabajo acertadísimo marcando el ritmo palpitante del misterio. La intensidad va creciendo hasta una sección en la que la guitarra de Moore se dobla y multiplica creando un ambiente fabuloso y unas melodías de nuevo inolvidables. Durante todo el álbum, tan fascinante es el trabajo solista del músico como el que hace con las guitarras de acompañamiento, a las que hay que dedicarles varias escuchas para disfrutarlas al completo y, después, volver a colocarlas en su sitio y apreciar el conjunto.

Hablaba de los mensajes a través del espacio y del tiempo. Esa idea, ese sueño, está aquí ilustrado en «Message in a dream», que empieza como un mensaje encriptado en unas notas que se repiten, como un ejercicio para guitarristas, y se transforma después en una pieza casi de blues jazz. Ese mensaje empieza a tomar forma y sentido al ser recibido en un sueño que poco después alcanza un ritmo seguro y alegre. Guitarra y teclados tienen un diálogo precioso y emocionante al que se une el bajo de Bean para terminar de engrandecer una colosal y magistral pieza musical de nueve minutos en la que cabe todo en cada una de sus diferentes secciones.

La primera cara la cierra «As time slips by», inspiradísima y hermosísima composición que más que expresar cómo se escurre el tiempo parece que se deshaga entre esas notas escalofriantes y conmovedoras. En algún momento salta la chispa de la rebeldía contra lo que es imparable y un montón de emociones más. Qué bonita e inolvidable la parte final y qué acertado, por expresivo, el fade out.

Otra pieza hiperclásica en su estructura y melodías es «Race with destiny» con la banda de nuevo exprimiendo su talento al máximo y compenetrada hasta la absoluta adhesión. Una carrera que nos lleva hacia una versión maravillosa de «While my guitar gently weeps». Portentosa la adaptación que hace Moore de la canción de The Beatles en todos los aspectos.

«The tempest» retoma la senda de la música clásica en otra tremenda composición que roza de nuevo los nueve minutos. El rock se hace clasicismo que tiende a desparramarse siempre que puede aunque está bien conducido con seguridad por la senda del hard rock. Moore emula a Vivaldi en una de sus composiciones más populares tomando sólo una parte de ella, la cual lleva hacia un terreno que le permite profundizar y recrearse en todos los estímulos ambientales. Todo es tan absolutamente deslumbrante en «The tempest» que la palabra perfecto amenaza con apoderarse del título, de no ser porque esa palabra significa en realidad muy poco.

Más vanguardista y mucho más jazz rock es, por contraposición, «Pieces of a picture» e igual de magistral. Emocionante, brillante, luminosa… feliz. De nuevo, momento para el lucimiento de los cuatro músicos que rozan las nubes de la cúpula del arte. Una experiencia oxigenadora, una emoción verdadera, una purificación mental, un placer espiritual.

Y tras tanto clasicismo Moore no tienen más remedio que citar textualmente a una de sus fuentes de inspiración: J. S. Bach, de quien toma dos de sus composiciones para cerrar el álbum amalgamadas en la bonita «April sky».

Habíamos empezado este viaje, esta odisea, en el cielo y terminamos de nuevo en él, adonde, se dice, van las personas buenas.

VINNIE MOORE - Time odyssey_cover
JOE FRANCO: Batería
JORDAN RUDESS: Teclados
MICHAEL BEAN: Bajo
VINNIE MOORE: Guitarra

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