25/50.
Por José Ramón González.
Podría haber elegido alguno de los otros álbumes de su carrera, porque Uriah Heep es una de las bandas más importantes de la historia del rock, parte fundacional del sonido del hard rock e imprescindible para entender el desarrollo de la música en la década de los setenta. Se quedaron un peldaño por detrás de colegas como Led Zeppelin o Deep Purple, quizás porque no contaron con un éxito que les lanzara al público general más allá de «Easy living», o porque su música siempre ha sido algo especial. Pero al contrario de lo que ha ocurrido con algunos de sus coetáneos, Uriah Heep han luchado durante cinco décadas contra la tiranía del tiempo y de la popularidad publicando álbum tras álbum con una regularidad admirable ―excepto un hiato entre 1998 y 2008―, algunos menos interesantes que otros, como ocurre en toda carrera larga, pero con el atractivo de poder ver evolucionar y adaptarse a cada momento a músicos que llevan en el negocio tanto tiempo. Porque un grupo que no publica canciones nuevas, que no crea, ha dejado de existir, por muchas giras eternas de despedida que haga.
Bandas tan diferentes como W.A.S.P. o Gamma Ray los han reivindicado y versionado, actualizando su trascendencia y haciendo algo de justicia a su fascinante legado. Creo que en realidad ellos no necesitan que nadie los reivindique porque su propia obra habla por ellos, aunque tampoco viene nunca mal.
Sorteando la tentación de recurrir a uno de sus clásicos incontestables, he preferido seleccionar uno de sus discos de la década de los noventa para ilustrar la magnífica evolución de la banda, un trabajo en el que se puede apreciar y disfrutar con la sacudida de energía que supone escuchar a estos tipos, asombrarse con la capacidad para adaptarse a los tiempos y admirar el respeto y cuidado que muestran por mantener su sonido personal, tan inimitable y reconocible.
Sea of light es un trabajo excelente, envuelto por una fuerza arrolladora, que se sitúa justo hoy en la mitad de la historia de la banda la cual celebra ahora sus cincuenta años. La formación que grabó el álbum ya llevaba unos años de estabilidad, desde la entrada en 1986 de Phil Lanzon y de Bernie Shaw un año después. Combina magistralmente la base hard rock con unos desarrollos y secciones cercanos al progresivo aunque sin entrar de lleno en él. Es además uno de mis favoritos de esa etapa y cuenta con una de las mejores canciones que han compuesto, tanto es así que aún siguen abriendo muchos de sus conciertos con ella. Me refiero a «Against the odds». Si alguien quiere comprobar cómo se las gastan estos veteranos en directo, recomiendo que vean el arranque del concierto Live at Koko de 2015 precisamente con esta canción.
La portada del álbum está de nuevo diseñada por el legendario Roger Dean, artífice de las de los clásicos de la banda así como de otras tantas de Yes o Asia. En la contraportada aparece curiosamente, bajo el título de cada canción, la temática que trata. Con la inaugural «Against the odds» explota un riquísimo festín de rock al que invita la guitarra de Mick Box que da entrada a la poderosa batería de Lee Kerslake. La canción es mágica, arrebatadora como pocas, impulsada a cada momento por una energía electrizante, emocionante, arrolladora e irresistible. Es uno de esos momentos inexplicables en el que todo funciona, cada instrumento elige un camino personal que, sorprendentemente, encaja sólidamente con el conjunto. Es posible escuchar la canción cientos de veces y seguir descubriendo y disfrutando con la evolución de las partes. El desarrollo de la composición se carga de dramatismo y épica con la entrada de la voz de Bernie Shaw, excepcional cantante. El prestribillo hace, al mismo tiempo, de resuello y preludio a un estribillo que en realidad no es más que una melodía, una adictiva melodía de voz sin letra, un hallazgo precioso, una delicadeza magistral.
Sólo esa canción ya justificaría la adquisición de este álbum. Pero el dúo compositivo Box/Lanzon tiene más canela que repartir a lo largo del trabajo. Por ejemplo podemos detenernos en la majestuosa «Logical progression», marcada por el bajo de Bolder ―qué extraordinario músico― y la batería de Kerslake, de ritmo palpitante; riquísima en guitarras, elegante en el órgano, superlativa en las voces y elevada por un puente fantástico.
Bellísima es «Love in silence» y su melodía de piano. Incluye un quiebro hacia la mitad que la lleva hacia terrenos casi progresivos que recuerdan bastante a Yes. De un verso de esta canción está extraído el título del disco. Otra composición de altura es «Universal wheels», sobre las señales que lanza la naturaleza acerca del mal que le hacemos; contiene una parte central instrumental fantástica con alternancia de guitarra y teclados.
Pero Trevor Bolder también aporta algunas canciones estupendas, empezando por «Fear of falling», un auténtico bombazo que él mismo se encarga de cantar, la irresistiblemente rockera «Sweet sugar», o la que cierra el álbum y que sirvió de single «Dream on», una balada acústica inolvidable.
Uriah Heep han sido capaces de mantener su inconfundible sonido originado en los setenta e ir incorporando nuevos matices, tendencias e inquietudes. No hay muchas oportunidades de disfrutar de bandas de rock que fueran fundadoras de un género que ha definido la historia de la música y que sigan en un estado de forma creativo tan fecundo como ellos. Con cada nueva publicación evidencian unas ganas terribles de seguir haciendo buena música siendo respetuosos con su pasado pero honestos con su presente. Hay mucho que aplaudirles por estos cincuenta años de buena música.
URIAH HEEP:
MICK BOX: Guitarra y voces
LEE KERSLAKE: Batería y voces
TREVOR BOLDER: Bajo y voces
PHIL LANZON: Teclados y voces
BERNIE SHAW: Cantante
Francisco
Gran página web, muy buen criterio musical y fans de mi banda favorita de Heavy Rock Uriah Heep!!!
Francisco
Saludos desde Almeria