Seguir siendo Uriah Heep.
Por José Ramón González.
Que Uriah Heep siga publicando discos con regularidad tras más de cincuenta años de carrera es toda una proeza. Que esos discos ofrezcan permanente frescura, una más que asombrosa vitalidad y una indiscutible y admirable vigencia, es ya sobrenatural. Por eso no puedo evitar el entusiasmo ante cada anuncio de un nuevo álbum de la banda: me parece un triunfo de la dignidad, de la honradez, de la pasión por la música; una pasión que contagian en cada melodía, en cada acorde de guitarra del legendario Mick Box, con las portentosas dinámicas de la base rítmica formada por Dave Rimmer y Russell Gilbrook, en ese inconfundible y mítico sonido de teclados de Phil Lanzon y con la gigantesca voz de Bernie Shaw, que parece que ha pactado con vaya usted a saber quién. No puedo evitarlo (que diría el vizconde de Valmont ante madame de Tourvel en aquella terrible escena de la película de Stephen Frears) ni me preocupa porque disfruto muchísimo con las nuevas canciones de Uriah Heep: me recargan de energía, me hacen sonreír de satisfacción por el rencuentro con esos sonidos que sacuden una parte íntima de mí y que tantos años me han acompañado, independientemente del acierto de las canciones; y lamento la suspensión del concierto que iban a dar hace unas semanas.
Mientras otras bandas siguen haciendo giras sin haber publicado nada nuevo desde hace más de una década (y algunos hasta dos), los británicos siguen con el entusiasmo a tope y la creatividad de unos jovencitos, además de poder presumir de una imparable energía en directo.
Chaos & colour es su vigesimoquinto álbum, una efeméride que merecía una nueva buena colección de canciones que trajeran de nuevo la magia que emana del manantial irrepetible de la década de los setenta y de la que Uriah Heep son abanderados de lujo. La esencia de la música sigue viva en ellos al tiempo que logran mantener vivo el sonido del pasado en el presente sin que la nostalgia lo anegue todo. Y me sorprendo, gustándome como me gustan, encantándome incondicionalmente, al darme cuenta de que he necesitado varias escuchas para comprender que, tras veinticinco discos y cincuenta años de carrera, han logrado el incontestable hito de grabar uno de sus mejores discos, si no ya de su historia ―aspiración evidentemente imposible― sí de la segunda mitad de su carrera. Chaos & colour alcanza sin inmutarse la altura de obras como la nunca suficientemente apreciada Sea of light (1995) o la mayoría de las firmadas desde 2011. Quizás en su último trabajo hacen lo más difícil, o lo que sólo ellos pueden hacer, que es seguir siendo Uriah Heep, los mejores Uriah Heep posibles, ambición harto complicada pues mantener ese legado, esa calidad, esa dignidad (ya lo he dicho, no me importa) y la honestidad de seguir ofreciendo nueva vieja música, no es nada fácil.
El nuevo disco es rico y generoso en cantidad y calidad. Destacan las dinámicas inquebrantables de una banda que bombea infatigablemente energía a pleno rendimiento y cuyos cambios de ritmo en unas canciones que parecen no agotarse nunca suenan siempre sorprendentes y luminosos.
No debe de ser coincidencia ―porque las coincidencias no existen― y tampoco sé la razón, que la canción que abre el álbum sea una compuesta por Jeff Scott Soto y Dave Rimmer, al igual que ocurría en su anterior entrega (y cuya interesante y talismaniana versión interpretada por el propio Soto y Rimmer junto a Richie Faulkner y Bruno Agra se incluye en la edición deluxe). Menos coincidencia aún supone el hecho de que las diez canciones que siguen a ésta tengan un nivel y un atractivo indiscutible, al menos para mí. Canciones repletas de sentido, cargadas de potencia, empapadas de emoción y recubiertas de una producción muy astuta de Jay Ruston con el ingeniero Peter Rietkerk que privilegia los instrumentos en los momentos precisos permitiendo que disfrutemos de cada detalle de teclado, de guitarra, los imprescindibles momentos en los que el bajo alumbra la canción o en los que la contundencia de la batería merece el primer plano. Como decía, Bernie Shaw, el Brian Johnson de Uriah Heep, sigue enarbolando la nueva clásica identidad de la banda, que no es nueva desde hace décadas, aunque algunos lo sigan sintiendo así. Porque esto es Uriah Heep en plenitud, indudablemente; esto es, sí, ya lo he dicho, dignidad.
URIAH HEEP:
MICK BOX: Guitarra, voces
PHIL LANZON: Teclados, voces
BERNIE SHAW: Cantante
DAVE RIMMER: Bajo, voces
RUSSELL GILBROOK: Batería, percusión