Al ritmo de la nueva vieja música.
Por José Ramón González.
En este magnífico álbum de blues rock, el segundo de la banda, se produce una especie de relevo generacional que no es tal, pues confluyen la savia experimentada junto a la nueva, devota y heredera de la anterior. Generaciones separadas por el tiempo pero unidas por la música, esa música de raíces que en ocasiones parece mil veces escuchada, pero que en manos de artistas de este calibre uno tiene la tentación de creer que nunca antes se interpretó así. Y es que tocar bien o mejor no siempre es hacer cosas sorprendentes, innovadoras o técnicamente complicadas, sino que a veces consiste en lograr darle cuerpo y vida a algo que ha sido interpretado miles, millones de veces, tan manoseado y, a veces, maltratado, que se necesita a un auténtico mago para hacerlo resucitar. Cuando empieza “Kick out of it” todo suena tan bien como conocido, pero sobre todo suena especialmente bien. No se sabe cómo, pero aquello tiene vida.
Canciones como ésta que abre el disco, “Riva Diva”, “I need your lovin” o “Game on” transitan por parajes musicales bien conocidos para cualquier oído, por muy poco aficionado a la música que se sea. Pero estos tres músicos, muy bien acompañados, pintan a su estilo, consiguiendo obtener un personal sonido en sus interpretaciones que mezcla la sabiduría de la experiencia y la fuerza imparable de la juventud, y a la vez pulcramente respetuoso con el legado al que pertenece. No suena a nada nuevo, pero suena mejor.
Los bordes del camino del blues están bien delimitados, aunque el camino sea casi infinito. Y ahí está la concatenación generacional entre Stephen Stills, Barry Goldberg y Kenny Wayne Shepherd. El espejo en el que se refleja esa historia lo titularía “Virtual world”, una sensacional expresión a dos voces del pasado y el presente. Una canción sobresaliente, llena de sentimiento y sabiduría. Mientras que en “By my side” se hunden más aún las raíces en el pasado para crear una canción que sabe a polvo y tierra, lenta y con sonido a western. Junto a éstas pondría la estremecedora “There was a place”.
Estas tres canciones serían el lugar que prefiero del disco, en el que el perfil del horizonte son las líneas curvadas de un pentagrama trazado hace mucho tiempo, y que permanece al fondo del paisaje como una referencia, como un lugar al que dirigirse si se está desorientado. Es fácil imaginarse la figura recortada de estos rides mientras suena de fondo la revisitación que hacen de “I’ve got to use my imagination”, quizás al volante de ese Pierce-Arrow que ilustra las bonitas portada y contraportada del disco, dirigiéndose hacia el infinito.
THE RIDES:
STEPHEN STILLS: Cantante y guitarra
KENNY WAYNE SHEPHERD: Cantante y guitarra
BARRY GOLDBERG: Teclados
CHRIS LAYTON: Batería
KEVIN McCORMICK: Bajo