Hablando de fe.
Por José Ramón González.
Si a cualquiera le pidieran que seleccionase su disco favorito de los chicos de amarillo y negro, casi seguro que la mayoría se inclinaría por el incontestable ˗˗popularmente hablando˗˗ To hell with the devil, con sus inolvidables hits coreados hasta la extenuación por la generación que los vio crecer; o por la energía apabullante de Soldiers under command, un álbum brillante lleno de potencia, impactante en su propuesta y sonido, que ya rebosaba personalidad.
Sin embargo yo tengo afición por los álbumes primitivos de grandes conjuntos, aquellos discos en los que aún no ha explotado todo el potencial de una banda pero nos permiten explorar los orígenes, husmear en el proceso y que muchas veces nos sorprenden por el encanto que conservan, incluso en ocasiones por encima de las obras que, irremisiblemente, todos recordarán. No son obras perfectas, si es que eso existe, pero conservan todo el potencial original intacto en ellas. El tiempo no ha producido el desgaste que el éxito ha dejado en otras, la escucha mantiene su excitación original.
¿Qué tiene un disco primerizo para que después de más de treinta años siga conservando buena parte de su atractivo? Precisamente eso, un encanto que sólo tienen esas creaciones que conectan con algo por lo que todos hemos pasado: la ingenuidad, el arrojo, las ganas, la convicción ciega en aquello en lo que creemos que nos proporciona la osadía necesaria para expresarlo. The yellow and black attack es uno de ellos. Originariamente fue el primer mini-lp de Stryper que, tras el éxito de Soldiers under command (1985), fue reeditado con dos canciones más al año siguiente. Tenían muy claro que querían transmitir su mensaje religioso, tanto como que el rock era la forma en la que ellos querían hacerlo. Hablamos de fe, tanto en uno como en otro aspecto. La conjunción de ambas creencias es tan auténtica que no podía salir sino algo igualmente auténtico. Es un disco que muestra una asombrosa seguridad, unas canciones con personalidad empujadas por la convicción en unas letras poco menos que inéditas en el hard rock, y en el que destacan esas armonías de voces que serán tan reconocibles en el grupo a partir de entonces. Menos recargado, menos agresivo que su sucesor, más natural, pero ya Stryper. Y no es un álbum despreciable, ni mucho menos. Algunas de las canciones incluidas aquí podrían haber aparecido en el siguiente, incluso las prefiero sobre aquellas, y eso que siento debilidad por su trabajo de 1985.
“Loud ‘n’ clear” es lo que se llama una auténtica declaración de intenciones, una carta de presentación y cualquier otro tópico que se nos ocurra en la que exponen que, a pesar de su aspecto, tienen unas creencias firmes, ese aspecto rockero, pendientes en las orejas y ropas ajustadas no debe llevar a nadie a juzgarlos; una canción que clama contra los prejuicios. Musicalmente está muy bien construida, tiene la fuerza necesaria, las melodías predominan, y marcan ya la línea que, en mayor o menor medida, va a caracterizar el sonido y el estilo de la banda.
“From wrong to right” es la segunda presentación ideológica. En ella arremeten contra las bandas que juegan con la temática demoníaca, cosa que no entienden: so many bands, give the devil all the glory / It’s hard to understand, we want to change the story. Musicalmente la canción es puro Stryper: las inconfundibles melodías de guitarras dobles de Oz Fox, base rítmica protagonizada sobre todo por la batería de Robert Sweet (el bajo de Tim Gaines queda para resaltar los ritmos y la melodía) y, cómo no, la maravillosa voz de Michael Sweet, con todo el arsenal del cantante, gritos incluidos, y ese precioso timbre de voz, las dobles voces, tan elegantes y potentes.
Hacia su otro objeto de adoración está dedicada “Co’mon rock”, como ocurrirá en discos posteriores. Una canción muy eficaz, muy pegadiza, de las que se queda a la primera, que contiene en las letras la constatación de sus principios, al igual que hicieron con las dos mencionadas anteriormente. Las letras son sencillas y sin embargo funcionan muy bien. La ingenuidad que revelan es tan auténtica que es difícil resistirse a ellas. Creo que el hecho de que les importe tanto transmitir el mensaje hace que el desarrollo instrumental de las canciones esté supeditado a ello, por lo que realizan cambios de tonos, alargamiento de tiempos en los compases e interpretaciones en las que no hay precipitación en la ejecución de los versos. Asimismo, Michel Sweet tiene una enorme capacidad para hacer creíble lo que canta, con esa entrega incuestionable.
Hay otras grandes canciones en el álbum. Entre ellas está la evangelizadora “You know what to do”, emocionante y conmovedora, en la que las notas suspendidas del final del verso del estribillo permiten a los coros brillar haciendo temblar el espíritu. El comienzo de “You won’t be lonely” me recuerda a algunas canciones de Triumph, también la estructura: el comienzo con acordes de guitarra acústica, el tono dulce y luego la entrada alegre y nada abrupta de las eléctricas. Por fin “Loving you”, que cerraba el mini-lp en su versión original, es otra creación típica de Stryper: ritmo acelerado y vitalista, con un tono contagioso y salpicaduras de épica en el preestribillo.
De las dos canciones que incluyeron en la reedición de 1986 una es la melosísima “I will always love you”, en la que Michael adopta ese registro casi femenino tan característico de las posteriores baladas de Stryper, y la otra es una de las mejores del disco, “Reason for the season”, cuya combinación de guitarras pesadas y melodías da como resultado una canción fantástica, y que es la semilla de canciones incontestables de su producción posterior como la admirada “Free”.
No debemos dejar de insistir en los coros, aprendidos en las canciones góspel y adaptados al estilo rock que tan buenos resultados les darán. Con esto llego a la idea, teniendo en cuenta la trayectoria de la banda, de que todo lo que hace de Stryper quienes son ya estaba clarísimamente planteado, aunque no totalmente desarrollado, en este primer y casi olvidado álbum. Creo también que la explosión de todo lo que hay en The yellow and black attack está plenamente exprimido en Soldiers under command, y que con To hell with the devil, a pesar de que supieron llevar sus virtudes a más público, fue a costa de suavizar algunos aspectos de su identidad (“Calling on you”, “Holding on”), cuyo éxito les llevó al fallido In God we trust. Y eso que en To hell with the devil está una de las mejores canciones de la banda que es “More than a man”, brutal y épica.
Así, no podemos hablar exactamente de una evolución del sonido de la banda sino de una progresiva explotación de sus virtudes, de su personalidad, que estaban presentes ya en este primer trabajo.
Si alguien tiene ganas de recuperar los clásicos de Stryper pero está cansado de volver a las canciones de siempre y no se acuerda de este disco, seguro que al ponerlo experimenta ese cosquilleo que sintió cuando los conoció en su momento de máxima popularidad.
STRYPER:
MICHAEL SWEET: Cantante, guitarra
ROBERT SWEET: Batería
OZ FOX: Guitarra, coros
TIM GAINES: Bajo, teclado, coros