¡Esa guitarra quiere hablar!
Por José Ramón González.
Paul Gilbert es uno de esos talentos prodigiosos capaces de encontrar su modo personal de comunicarse a través de ese arte que es la música, y así lo certifica en Behold electric guitar, su ya esencial nuevo álbum.
Para algunos, plantarse ante la nueva obra de Paul Gilbert podría parecerse a abrir un libro escrito en un idioma que no conoce y, después de pasar páginas y hojear y ojear durante un tiempo, darse cuenta de que empieza a comprender lo que pone allí. No es necesario ser un teórico ―y mucho menos un «práctico»― de la guitarra para disfrutar y entender las maravillas que Gilbert y la excelente banda que lo acompaña ofrecen en las doce creaciones que abonan el álbum de creatividad, gracia, originalidad y sorpresa.
Uno puede dejarse maravillar por la forma de tocar del músico, pero también puede no hacerlo y mantener el deslumbramiento ante canciones que aparecen repentinamente en nuestra garganta canturreadora mientras esperamos en la fila del supermercado, pues se construyen teniendo como referencia inexcusable las melodías, anclajes salvavidas, que pueden ser tarareadas en cualquier momento. Quizás por eso, después de escuchar el álbum resulta difícil pasar un día sin volver a poner la maravillosa “I own a building”, por citar un solo ejemplo. Aunque bien es cierto que también puede ocurrir con la paradójicamente alegre “Love is the saddest thing” o la hermosísima “Let that battery die”.
La guitarra de Gilbert parece querer hablar en varias de las composiciones del álbum (“I own a building”, “Things can walk to you”, “Let that battery die” o “Every snare drum”); no me habría extrañado haber encontrado dentro del disco las letras de las canciones, pues su autor dice tomar últimamente como inspiración las líneas vocales de cantantes. ¡Habla, habla! Pero su guitarra, aunque lo parezca, no necesita palabras. Somos nosotros, que no comprendemos su lenguaje, los que buscamos las palabras para «trasladar» lo que dice, ya que lo único de lo que disponemos es de los títulos de las canciones que, maldita sea, pocas pistas nos dan (“Me encanta mi cortacésped” o “Una serpiente me mordió el dedo” son dos de ellos). La cabeza de Pablito es única, por lo que el acceso a los contenidos que puedan transitar por ella no es sencillo. Quizás con un poco de sentido del humor sea más fácil.
Es recomendable ver los vídeos que Gilbert ha ido colgando de las canciones en los que se ve cómo la banda toca junta y cómo Gilbert va a veces improvisando. Nos sirven para observar el proceso mediante el cual brota la magia de la música. Las canciones de Behold electric guitar tienen buena parte de jazz, y también de blues, de rock o de funk. Todo desarrollado por un músico criado al furioso amparo del heavy metal técnico, lo que le permite aportar variaciones muy personales a otros estilos (el arranque de “Sir, you need to calm down” podría haber salido de un recuerdo de Racer X).
No se trata por tanto de intentar comprender con nuestro lenguaje lo que dice Gilbert a través de su música, sino de adentrarnos en ella, dejarnos llevar por su gracia y su talento, para así disfrutar de una obra que ya se ha hecho imprescindible este año. Los buenos aficionados tendrán que hacerle un hueco en su exclusiva colección de discos instrumentales.
PAUL GILBERT: Guitarra
BRIAN FOXWORTH, BILL RAY, REINHARDT MELZ: Batería
ASHER FULERO: Teclados
ROLAND GUERIN: Bajo
