Entrega incondicional.
Por José Ramón González.
He escuchado casi desde su publicación a comienzos de año de forma interrumpida, inconstante y no sistemática Pequeño acto de rebeldía, muerte y posterior resurrección. A veces lo escuchaba unos días seguidos, lo dejaba otros pocos y después lo volvía a poner, cuando sentía de nuevo un tipo de necesidad que los aficionados a la música conocen bien. Uno deja un disco porque piensa que no le satisface lo suficiente pero, sin esperarlo, siente el impulso de ponerlo de nuevo, porque hay algo que lo atrae, hay una conexión que ha quedado abierta, quizás porque en esas canciones hay algo que ha llegado a alguna parte del receptor que es importante, aunque no haya sido consciente.
Por otro lado, moverse en un espacio musical en el que el pegamento de las etiquetas se adhiere con dificultad puede complicar el acceso a aquellos que se sienten cómodos identificándose con determinados géneros musicales, aunque al mismo tiempo amplía las opciones de los que tienen menos prejuicios.
El título del álbum de Momo puede sonar algo pretencioso, pero cuando uno escucha las canciones que componen la obra entiende por dónde van los tiros. Hay en este trabajo un compromiso auténtico desprovisto de pudor a través del cual el artista se entrega en su totalidad asumiendo muchos riesgos. Eso se aprecia en un álbum en el que el dramatismo a veces exacerbado puede a uno cortarle la respiración o echarlo del pacto. Sé que sonará raro, pero he pensado en varias ocasiones a lo largo del disco en Riccardo Cocciante, el pianista y cantante italiano que también se entregaba apasionadamente en cada canción (“Bella sin alma” o “Margarita” podrían ser dos ejemplos), en particular en composiciones lentas como “A quien creíste querer”. También parece haber algo de la teatral intensidad del Meat Loaf más romántico. La banda de Momo tiene, sin embargo, como referencia ineludible a Queen, pues es sabida la relación de Momo Cortés con ella, en las composiciones, estructuras y arreglos, algo bastante perceptible a lo largo del disco y en particular en “Canción de resurrección”.
En Pequeño acto de rebeldía, muerte y posterior resurrección se alternan los temas rockeros y las baladas o temas lentos. Hay diferentes ritmos y variantes que están cohesionados gracias al estilo personal en la composición y en las letras, trabajadas en originalidad y lirismo. La voz de Momo Cortés domina el conjunto.
Tras el arranque con el rock and roll divertido, original y contagioso de “Enemigo fiel” y la rockera “Hambre de poder”, cuyo estribillo me ha sonado algo a Rafa Martín, pasamos a “Perdido”, la canción que menos me gusta del disco ―demasiados puntos de coincidencia con muchas canciones románticas de los que se conocen como “cantantes melódicos”, por bien hecha e interpretada que esté―. A “No aguantaré”, que arranca con ecos Muse ―para quienes Queen son también referencia irrenunciable― y un estribillo irresistible, al tiempo que los ritmos y arreglos hacen progresar la canción, le sigue el momento calmado de ritmo pero de intensa emoción de la fabulosa “A quien creíste querer” en la que las melodías conmocionan con un zigzageo de la voz que ejerce de soga emocional ante el que cuesta controlar las pulsaciones.
“Después de caer” incorpora un rollo funky conseguidísimo para volver al piano introductorio de “En caída libre”, un medio tiempo en el que la intensidad aumenta gradualmente apoyada en la infinita capacidad vocal de Momo Cortés.
La siguiente pareja estaría formada por “Sobreviviré”, una de las más rockeras del disco, y “Podría”, otra canción de generosa intensidad romántica de fondo blues con piano y guitarras eléctricas en la que las influencias modernas y de la canción tradicional conviven en asombrosa armonía. Momo vuelve a demostrar que sus recursos vocales parecen no tener límite.
En “Atrapado” podrían estar presentes tanto Muse como Harem Scarem, particularmente en esas melodías que cierran el estribillo y la entrada del solo de guitarra.
“Canción de resurrección” es la pieza final de casi diez minutos. Los admirables excesos de Queen, la complejidad accesible, los cambios de ritmo, los coros rebosantes, las guitarras al estilo Brian May no ofrecen confusión y muestran, al mismo tiempo, la capacidad de la formación para reproducir lo inimitable.
No parece fácil intentar razonar por qué nos atrae o rechazamos una obra artística, pero en un ámbito en el que las emociones casi siempre se sitúan por encima de otros condicionantes, es preferible dejarse guiar por las intuiciones. Puede que el arte remueva algunas de esas emociones que nuestra razón no nos permite detectar. Por ello es fácil que si dejo de escuchar Pequeño acto de rebeldía, muerte y posterior resurrección durante una temporada, en cualquier momento esta obra asombrosa, valiente y poco frecuente en nuestra geografía musical me haga una señal desde el fondo de mis resonancias internas para recordarme que tiene algo para mí.
MOMO:
MOMO CORTÉS: Voz, piano, coros y trompas
DIEGO MIRANDA: Bajo
ÓSCAR DEL RAMO: Batería
BATT BOSCH: Guitarra
JAVI CASTRO: Guitarra