Cuéntamelo otra vez.
Por ELS.
Gracias es lo que quiero decir después de haber visto esta película. Gracias al cine, a Billy Wilder, a Steven Spielberg, a John Williams y a Meryl Streep. Supongo que estoy ignorando muchas más gracias que debería expresar, pero remito al cine como la fusión de todas ellas.
Los archivos del Pentágono (terrible título en español) mezcla la historia de la publicación de documentos secretos del gobierno de Estados Unidos sobre la Guerra de Vietnam (nada favorecedores, por supuesto) con la del periódico Washington Post y su primera editora. Obtiene así una defensa de la libertad de expresión, aderezada con discurso feminista y con un poco de épica. Los ingredientes son todos conocidos, la historia y los temas secundarios suenan familiares y la comparación con la actualidad resulta fácil de establecer. Y entonces aparecen todos esos detalles por los que dar las gracias.
En primer lugar, a Meryl Streep, a la que me habría encantado escuchar en versión original, porque si ella encarna el discurso feminista sé que me puedo fiar, aunque el personaje vaya a estar en camisón o mirando un montón de notas.
Lo de la épica ya me gusta menos: la típica figura del héroe americano (no me estoy metiendo con Tom Hanks, que es maravilloso) que suelta la frase lapidaria en los momentos orquestados para ello, y que se mueve por servir a un interés superior a sí mismo y a todos nosotros, oh humanos inocentes. Sacar pecho con la victoria de los buenos (¡oh, qué buenos son!) portada tras portada, golpe en la mesa tras golpe en la mesa. Por esto no deseo dar las gracias pero, en fin, decidí entregarme y confiar también en Spielberg. Después de El puente de los espías se lo merecía.
No sé cuál es el criterio para que alguien esté nominado a Mejor Director, o no sé si es que Spielberg no es el responsable de los detalles de esta película y por eso lo han dejado fuera. O quizá es del grupo de Woody Allen y ya está, también fuera.
A mí la cinta sí me provocó en algunos momentos una emoción parecida a la que siento cuando empieza una película de Woody Allen, suena la música y aparecen esos títulos de crédito, blancos sobre fondo negro. Siempre pienso “ay, Woody Allen, quién hará estos títulos cuando tú no estés”. En el caso de Allen es más una marca propia de él, y por tanto será a él a quien echaré de menos.
En Los archivos del Pentágono, en cambio, hay detalles por los que daba gracias no solo a Spielberg, sino al cine, pero al mismo tiempo pensaba “quién nos regalaría estos fragmentos si no lo hicieras tú”. Porque, para filmar una importante llamada telefónica en los años 70, no es necesario mostrar primero al interlocutor marcando el número de teléfono en uno de aquellos aparatos que no todo el mundo sabría utilizar ahora. Para contar la historia de la arriesgada publicación con la que un periódico va a abrir su edición de la mañana no hace falta dedicar minutos de metraje a los tipos, la composición manual de la primera plana, las máquinas, la tinta espesa como el magma…
Tampoco a la cadena humana de producción desde la editora hasta los que cargan los periódicos en el camión, pasando incluso por un corrector al que apenas se le ve (como ocurre cuando el trabajo de un corrector está bien hecho). Con esta generosidad nos sugieren las consecuencias a las que se exponen todos los involucrados en la publicación, más allá de los protagonistas. En otro de esos toques (¿del director?), asistimos brevemente al terremoto que produce el proceso mecánico, alineado con el que está teniendo lugar a nivel social.
Mientras tanto acompaña perfecta la banda sonora (gracias, John Williams) y, como me ocurrió en El puente de los espías, me doy cuenta de que me están conduciendo como quieren y a donde quieren, pero lo están haciendo tan bien que estoy rendida: me dejo llevar y que hagan conmigo lo que les parezca.
Intérpretes:
Meryl Streep
Tom Hanks
Bruce Greenwood
Bob Odenkirk
Tracy Letts
Sarah Paulson
Matthew Rhys
Guión:
Liz Hannah
Josh Singer
Música:
John Williams
Fotografía:
Janusz Kaminski