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LEVARA «Levara» (Mascot Records, 2021)

LEVARA «Levara» (Mascot Records, 2021)

Pero ¿qué habéis hecho?

Por José Ramón González.

 

En las últimas semanas he aprovechado cualquier oportunidad que he tenido para escuchar de nuevo cada una de las canciones que Levara ha ido publicando en forma de vídeo como adelanto de su primer disco, especialmente a partir de la tercera de ellas, cuando la calidad de su propuesta iba dejando poco lugar a las dudas. Porque sí, es un grupo nuevo, pero no novato.

En muchas ocasiones me he quejado de lo poco estimulantes que me resultan algunas de las propuestas de bandas que en los últimos años han recibido parabienes prácticamente unánimes. Algunos de los nombres que configuran la primera línea del underground al que se ha visto reducido el hard rock y el rock melódico no me atraen, no veo en ellos más que al tuerto en el reino de los ciegos, el último bar del pueblo a las seis de la mañana, el conocido al que telefoneas llamándole amigo porque no tienes nadie más a quien llamar.

Por ello la excitación dormida se despertó como sacudida por una descarga eléctrica cuando escuchó los primeros compases de «Heaven knows», la canción con la que se presentaba esta banda en la que destacaba un apellido, Lukather, el de Trev ―hijo de Steve―, guitarrista de la banda. Unos meses atrás funcionaban con el nombre de ZFG y con otro apellido ilustre en el grupo, el de Porcaro (Sam) hijo de Mike, tocando el bajo (de ahí que empezáramos a referirnos a ellos como «la banda de los hijos de Toto»). Para su estreno como Levara Sam Porcaro ya no aparecía acreditado como miembro de la formación.

Así lanzaban un single que sonaba a lo que suena una banda que tiene algo propio que decir, que ha escuchado música, que no tiene complejos ni prejuicios y que no escribe canciones con una plantilla cuyos bordes están romos de tanto uso. La banda establecida como trío estaba formada por el citado Trev Lukather, el cantante Jules Galli y el batería Josh Devine. «Heaven knows» tenía hechuras pop con garra de rock, unas cualidades rítmicas innegables y un sentido de la musicalidad que a poco que preste uno atención no puede por menos que apreciar como singular. La voz de Jules Galli es la de alguien que antes de cruzar la entrada de acceso al garito del rock se ha metido un buen trago de la petaca del soul: fuerte y limpia, con mucho feeling, lo que hace que al escucharlo la combinación se ingiera como un refresco pero tenga los efectos de dos rondas de cubatas. Del mismo modo ese pop encapsulado en rock no impide apreciar una exigente construcción instrumental con riqueza en las guitarras y un gusto por el detalle más propio de músicos experimentados que de una banda que da sus primeros pasos. En el videoclip que acompaña a la canción la banda no se corta en explotar un innegable atractivo juvenil y en derrochar energía y actitud.

Para el segundo adelanto eligen «Chamaleon», que incide en esa querencia por el pop rock, unas voces fantásticas, un estribillo cargado de fuerza que disfrazaba de sencillez una canción que hay que agitar para que no se nos queden los posos de toda su proteína musical en el fondo. Además cuenta en los coros con el esquivo Steve Perry y en las imágenes del videoclip promocional con la complicidad de algunos miembros de Toto. Es una de esas canciones con unas hechuras que la hacen accesible a cualquier tipo de oyente, que transmite una cantidad de optimismo y vitalidad ―envueltos en unas capas de melancolía― para hincharse y en cuyo fondo, quien quiera, puede encontrar a Toto.

Con el anuncio de la inminente publicación del álbum llega la salvaje tercera entrega en forma de clip musical que es «Automatic», una canción que hace creer que estos chavales podrían ser el relevo musical del rock que tanta falta hace, y que si esta canción apareciera en el sitio adecuado podría situarlos al alcance de muchos despistados receptores y hacerles descubrir que tienen mejor gusto de lo que ellos mismos pensaban. Las melodías, irresistibles en su sencillez, se enganchan a un ritmo en el que se perciben innegables pinceladas de Toto, destellos soul, y unos ritmos pop que se van dejando poseer por el rock.

En estas tres canciones se observan algunos rasgos reconocibles de su música: dosifican magistralmente la intensidad conteniendo la fuerza para dejarla explotar en el estribillo, manejan los cambios de ritmo a su antojo y dominan las melodías admirablemente. La voz de Galli tiene chorro de sobra, los solos de guitarra de Lukather son extremadamente personales y la batería de Devine se hace esencial para lograr que esto suene a algo diferente y lejos de la simplicidad (y a rock).

Si quedaba alguna duda de lo excepcional que es lo que ofrece Levara, antes de la publicación del álbum nos tenían reservadas dos pruebas más: una canción lenta, «Ever enough», que se muestra enmarcada en otro videoclip ―obsérvese que siempre son videoclips, y no malos, y no esos vídeos absurdos con las letras que anulan el sentido de la palabra vídeo―. Muchas reminiscencias del rock y el pop de los ochenta, canciones de esas que ahora se buscan en programas de televisión que las repescan con cartelitos graciosos al pie de pantalla. Otro puente excelente, emocionante, y otro solo sui géneris de Lukather. El estribillo es para enmarcar.

Un vídeo de aspecto ochentero (¿vintage lo llaman ahora para vender como nuevo lo viejo?) es el que acompaña a «Ordinary», otra muy buena composición de irresistible ritmo y melodías. El cambio de ritmo al pasar al estribillo la transforma en una locura contagiosa que atrapa, acelera el pulso e invita a perderse en sus notas. Volvemos a ver a los miembros de la banda disfrutando con la interpretación.

Con estas cinco canciones podrían haber publicado un EP y habría sido ya una obra excepcional, pero no, nos han regalado otras cinco canciones más que marcan el altísimo nivel de este trabajo, como una magnética «On for the night», la fantasmal y emotiva «Allow» o la volcánica «Just a man» que arrastran ―y han pulido― desde sus tiempos de ZFG.

Todo esto que comento son excelentes noticias, pero se acaban aquí. Pocos días después de que su primer y excitante álbum se haya puesto a la venta, Trev Lukather anuncia que le ha sido comunicada su expulsión de la banda por correo electrónico; el resto de la banda responde que ha sido él quien les ha puesto un ultimátum que el resto de los miembros no puede aceptar. No tengo ni idea de cómo son estos muchachos, pero lo que sí me parece claro es que, a pesar de que puedan ser artistas admirables, han cometido un error tremendo. Han grabado un álbum soberbio, prometedor, cargado de fuerza, atractivo, accesible a muchos públicos, con una calidad musical poco habitual y con una personalidad indiscutible. Y ahora lo arruinan de esta manera. El aficionado puede llegar a sentirse como si, aprovechando que no están los padres, va con su novia a casa y cuando empieza a desabrochar botones suenan las llaves en el cerrojo de la puerta. El momento ha sido excitante pero el chasco ha sido mayor, y hay que conformarse con la evocación del tacto de la ropa en los dedos, o con las canciones de un álbum que parece haber nacido ya como un recuerdo en lugar de ser el que perfile el futuro.

El jefe de Ciudadano Rock me ha persuadido para que me quede con lo positivo, y posiblemente tenga razón: por mucho que lamentemos la deriva que ha tomado la situación, la banda nos ha dejado una obra excelente, tremendamente disfrutable, inagotable (llevo ya unas decenas de escuchas) y muy especial. Irrepetible, me temo, en todos los sentidos.

levaracoveralbum
LEVARA:
JULES GALLI: Cantante
TREV LUKATHER: Guitarra
JOSH DEVINE: Batería

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