Transparencias

LA JUVENTUD (Paolo Sorrentino, 2015)

LA JUVENTUD (Paolo Sorrentino, 2015)

La suerte de ver una película.

Por Lilia.

 

 El otro día volví a descubrir el placer de ir al cine. No lo había perdido, sólo lo había abandonado un poco y transformado en una actividad de ocio más, en sentarme y mirar, a veces escuchar, y pocas veces ver. Pero el otro día volví a encontrar eso que sólo tiene el cine, y utilizo deliberadamente la palabra eso porque es la única capaz de describir aquello que sólo el cine te ofrece, lo que éste es.

No sé si fue la película la que me hizo redescubrirlo. Fui a ver “La juventud”, de Sorrentino. Había visto “La Gran Belleza” este verano, enfrentándome a ella con unas grandes y, según todo el mundo, justificadas expectativas que probablemente impidieron que sólo viera la película, perdiéndome un poco en todas las interpretaciones que – yo pensaba – tenían que poder dársele a esa tan aclamada obra maestra. Seguramente se debiera a que era verano cuando la vi, pero recuerdo que salí del cine perdida y en cierto modo con un regusto amargo en la boca. No la había entendido. Como me ocurre con muchas películas en las que no hago más que preguntar “¿qué?” “¿qué es esto?”, me prometí volver a verla otro día con una disposición mejor – esto es, con ninguna predisposición, sólo viéndola – .

Con “La juventud”, la historia (muy a mi pesar, para casi cada película que vemos tenemos nosotros una historia) fue totalmente diferente. Yo suelo leerme las críticas cortas y con títulos llamativos que rellenan los huecos de las minúsculas secciones culturales de periódicos malos y gratuitos del Metro, y tanto en ellas como en comentarios de personas conocidas, esta película prometía ser solamente un auto-homenaje de Sorrentino a sí mismo, a su estética y a su genialidad en esa gran belleza que a mí me había descolocado. Así que las expectativas con las que entré a la sala, en el caso de que las tuviera, eran más bien bajas. He descubierto que ésta es una de las cosas más maravillosas que te pueden pasar cuando vas a ver una película o leer un libro o escuchar un álbum. No sólo no saber qué esperar, sino incluso esperar algo decepcionante; y después verte embelesado por ella o él – y lo mejor, darte cuenta de que estás embrujado por algo que los demás y tú mismo ya habías etiquetado de “malo” – . No sé qué es lo que me hace sentir bien cuando esto pasa, si reconocer que estaba equivocada o si darme cuenta de que, verdaderamente, a veces la opinión de los demás puede importar nada.

La cuestión es que la película de Sorrentino me abdujo, me llevó al hotel vacacional de burgueses europeos, ancianos no-completamente-resentidos y matrimonios silenciosos en el que jamás sería capaz de pasar más de una semana en mi vida real (que estoy casi segura de que es distinta a la mía en la sala de cine). Las voces de Michael Caine y Harvey Keitel, mayores y algo roncas, cansada en el primer caso y desesperada por recuperar la vida en el segundo, me envolvieron y encantaron, y las melodías compuestas por el protagonista eran piezas que nunca habría apreciado si no hubieran sonado entre imágenes de amargura, diversión y vida simple. Por supuesto, mi pánico a la moralización en películas que no pueden permitírselo (a saber cuál es el criterio para decidir cuáles sí pueden, pero a esta no le pegaba mucho) hizo que en algunos momentos no pudiera evitar el “Sorrentino, amigo, ahí te has pasado”, como cuando una niña rebela la verdad de la vida a uno de los residentes en el hotel, en una frase (Sí, Sorrentino, ahí te pasaste en serio). Pero fuera de todo posible reproche – ¿extrema superficialidad? ¿guión fácil? Y otras quejas que le han puesto al director – a mí la película me resultó encantadora, fuerte y tierna, y sobre todo con eso que tienen algunas películas en algunos momentos puntuales en la vida de cada uno que hacen disfrutar del cine tal y como yo creo que tiene que disfrutarse. Además, a Sorrentino se le da bastante bien eso de la cinematografía, y el sitio en el que se desarrolla la película es suficiente como para estar embobado durante dos horas mirando, y viendo (pero sólo mirando y viendo) la pantalla.

No creo que vuelva a verla, porque lo malo de estas películas que te embelesan en el cine es que después nunca vuelven a hacerlo; o por lo menos en mi caso (tampoco me atrevo a volver a ver el increíble lobo de Wall Street). Pero me quedo con eso del cine que viví mientras veía “La juventud”, que ya es suficiente y mucho más de lo que últimamente encuentro en muchas otras películas.

 

juventud
Intérpretes:
Michael Caine
Harvey Keitel
Rachel Weisz
Paul Dano
Jane Fonda
Guión:
Paolo Sorrentino
Música:
David Lang
Fotografía:
Luca Bigazzi

Compartir este post

Dejar una respuesta

Tu corréo electrónico no será publicado.Campos obligatorios marcados con *

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>


Lost Password

Register

Si continúas utilizando este sitio, aceptas el uso de las cookies. Más información

The cookie settings on this website are set to "allow cookies" to give you the best browsing experience possible. If you continue to use this website without changing your cookie settings or you click "Accept" below then you are consenting to this.

Close