En el espacio de los teclados.
Por José Ramón González.
A pesar de que hay bandas que gozan de una indiscutible legión de fans que llenan grandes estadios para verlos, es frecuente asociar el rock progresivo, de dificultad técnica y largos desarrollos instrumentales, con conceptos como el aburrimiento, la incomprensión o la frustración. Si el disco de rock progresivo que vamos a escuchar es el de un teclista en lugar del más habitual de un guitarrista, y además tiene como canciones principales dos composiciones prácticamente instrumentales de más de doce minutos la primera y más de veinte la segunda… ¿Teclados?, ¿progresivo?, ¿canciones largas?…
¡Un momento! Eso era la introducción. Jordan Rudess, el reconocido teclista de Dream Theater, no ha hecho un disco aburrido, ni pesado, ni complicado de escuchar. En realidad, precisamente esas dos piezas instrumentales que abren Wired for madness son divertidas, entretenidas y razonablemente accesibles en la escucha. Y es porque Rudess ha sido capaz de trasladar toda la excitación del rock a un disco hecho con teclados. En él convergen las estructuras de la música clásica con las del rock, hechuras de jazz fusión con hilvanados de banda sonora de película a través de orquestaciones, sonidos de piano junto con los de sintetizadores sin apenas hueco para la exhibición de largos desarrollos de escalas imposibles. Y con un agudísimo sentido de la melodía. En las dos partes de “Wired for madness” se incluyen pequeñas partes cantadas ―al final de la segunda podemos escuchar la voz de James LaBrie― que permiten seguir la canción como una película. Además cuentan con la colaboración de John Petrucci.
A esas dos piezas les siguen seis canciones, dos instrumentales y cuatro cantadas. Las dos piezas instrumentales, de duración “estándar”, son la entretenida y alocada “Drop twist”, en la que predominan los teclados sin apenas presencia de guitarras y la más jazz fusión “Perpetual shine”, con Jonas Reingold al bajo y Elijah Wood a la batería.
La primera de las composiciones cantadas es “Off the ground”, cuya cadencia reposada entra muy bien tras “Wired for madness – Part 2”. La voz de Rudess, grave, le viene a la canción fantásticamente, y el solo de Guthrie Govan termina de redondearla. Un original blues en el que participa Joe Bonamassa y con Alek Darson al bajo titulado “Just can’t win” es quizás la pieza menos experimental del trabajo. La balada “Just for today”, con Rod Morgenstein a la batería, resulta, sin duda, de lo más emocionante y conmovedor del álbum. Y “Why I dream”, una pieza de jazz rock, de nuevo con Morgenstein y Darson, en la que Vinnie Moore se bate en duelo a solos con Rudess, cierra el álbum de forma magnífica.
No quiero decir con esto que no haya que dedicarle cierto tiempo al disco para poder disfrutarlo completamente, pero merece la pena hacerlo para descubrir que, progresivamente, se puede ir encontrando la diversión.
JORDAN RUDESS: Teclados y cantante
JAMES LABRIE, MARJANA SEMKINA: Cantante
JOHN PETRUCCI, GUTHRIE GOVAN, VINNIE MOORE, JOE BONAMASSA: Guitarra
ROD MORGENSTEIN, ELIJAH WOOD, MARCO MINNEMANN: Batería
JONAS REINGOLD, ALEK DARSON: Bajo
THE PAGE BROTHERS: Coros