Un toque de distinción.
Por José Ramón González.
Uno de los modos que se me ocurren para definir la música de Güru es describirla como si tuviéramos un disco de los Alcatrazz de Steve Vai, pero cantado por David Lee Roth. Descaro y chispa en la voz de Dagarod, quien vuelve a dar un espectáculo interpretativo, junto a un impecable nivel técnico de todos los músicos que predispone al disfrute de una obra completísima e inagotable, repleta de matices, detalles y toques de clase.
La sensación que produce un disco de este nivel de ejecución, de alegría contagiosa, autenticidad, compromiso y respeto es tan gozosa como triste, pues uno piensa que nada va a ser compensado, que no van a obtener los merecidos frutos del reconocimiento, que el ayuno del éxito va a ser su ingrata paga. Aunque en estos primeros años del siglo XXI eso empieza a importar poco. A los músicos que crean álbumes como Red supongo que no les condiciona el triunfo, pues el verdadero éxito es hacer algo como este álbum, que muestra el respeto por uno mismo y por los aficionados a los que va dirigido, tanto como por el legado que heredan. Así pues, la única opción es corresponder con el mismo respeto por los artistas que han dado lo mejor de sí mismos para que obtengamos muchas horas de placer musical. Y doy fe de que así es. He podido escuchar el disco numerosas veces seguidas sin cansarme ni saltar ni una sola vez alguna de sus once canciones. Según muchos, ésa es la prueba definitiva para comprobar si un disco es bueno, aunque sé de personas que son capaces de escuchar hasta la extenuación cosas insufribles.
La novedad de este tercer trabajo de Güru es que está cantado en español, lo cual celebro. Esta decisión resulta llamativa en una banda con la proyección que tiene ésta. Y las primeras palabras que sueltan en nuestra lengua al abrir el álbum con la muy pegadiza y rítmica “Rockstar” son un ataque a la exasperante afición de todo el mundo a echarse fotografías constantemente para posteriormente colgarlas en sus páginas personales para que cualquiera pueda verlas; es decir, una crítica social en toda regla y, por cierto, arriesgada por impopular, pues criticar lo que hace la mayoría les sitúa en una posición desfavorable. Bien por ellos.
A partir de ahí tenemos un recorrido por las diferentes vertientes del rock melódico y el hard rock realizado con un alto nivel de exigencia y con el protagonismo moderado de la guitarra de David Palau, cuya mayor virtud es saber mostrar su talento equilibrando sabiamente la parte técnica con la artística y sin comerse la canción, o sea, lo que han hecho siempre los grandes guitarristas.
El cabreo continúa en la denuncia de “Hipócrita”, o en la irresistible “Mientes”, mientras que en otras canciones se reflexiona sobre el paso del tiempo y la inadaptación (“Despertar”), las ganas de huir o el amor en sus diferentes vertientes. Las baladas y medios tiempos (maravillosa “Solo tú”) brillan tanto como el resto, en especial “Que me dejes hacerlo”, una bonita declaración que me gusta mucho.
Si escuchar Red una vez tras otra es un placer, lo es más dejar de escucharlo unos días y volver a ponerlo. Al encontrarse de nuevo con “No puede ser” con solo de Tommy Denander, quien se ha responsabilizado de parte de la grabación del disco en Estocolmo, “Quédate” o “Red”, el disco revela sus verdaderas dimensiones, y se proyecta en el tiempo como una obra de alto nivel; y se disfruta aún más.
GÜRU son:
JOAN BARBÉ: Batería
JORDI “KAKO” VERICAT: Bajo
DAGAROD: Voz
DAVID PALAU: Guitarra
