¿Estáis ahí?
Por José Ramón González.
En una nueva publicación de FM no es fácil encontrarse sorpresas, y seguramente nadie que siga a la banda las quiera. Igualmente difícil debe de ser seguir haciendo la música que hacen sin caer en la repetición; tan difícil como hacer una reseña de un disco suyo y tratar de aportar algo que no se haya dicho, o uno mismo haya dicho, anteriormente. Contrariamente a esto, es asombrosamente sencillo asegurar que, después de tantos y tan buenos trabajos, FM han facturado otro gran álbum y que, como poco, mantienen su sobresaliente nivel.
Synchronized (2020), su anterior publicación, a pesar de ser excelente como casi todo lo que hacen desde su retorno en 2010, no me arrebató como sí hizo Atomic generation (2018), mi favorito hasta el momento. Sin embargo estoy bastante tentado a comparar Thirteen con su álbum de 2018. Quizás porque me resulta harto complicado y prodigioso que estos músicos tengan la inteligencia, la maestría y el mérito de encontrar resquicios por los que introducir nuevas ideas, acertados detalles ―y es que estos tipos son brillantes en la creación de detalles―, y sean capaces de desarrollar esos ambientes musicales de tan buen gusto que permiten al oyente flotar en cada canción, recrearse en ella, dejarse llevar y experimentar las potentes e incomparables sensaciones que proporciona la belleza de la música. En esto son prácticamente únicos. Me parece una virtud tremenda que, según lo veo, uno de sus mayores méritos no sea componer canciones intachables sino depurar sonidos, lo que les lleva a una profundización en su música y a un disfrute indescriptible. Pudiera parecer que el objetivo principal de la banda ya no sea sólo componer la mejor canción posible, cosa para la que no tienen dificultades desde hace años, sino que esas canciones sirvan de vehículo para recrear experiencias sensoriales asentadas sutilmente en la belleza de las melodías, las armonías, los ambientes. Imagino que uno de los grandes placeres del aficionado podría ser entrar en el local de ensayo de FM durante unas horas y ser testigo de cómo nacen y crecen esas composiciones.
Para que todo lo que comento funcione, la producción tiene que alcanzar el nivel necesario que permita al oyente disfrutar de esa experiencia. Eso me lleva a preguntarme cuántos músicos actuales se toman la mínima molestia de preocuparse por un aspecto tan importante. FM, como algunos otros músicos de su generación que además también producen sus propios discos, cuidan de que el receptor distinga cada instrumento, dan preferencia al que, de repente, aporta algo distintivo en un momento concreto de la canción…, muestra inequívoca de cuánto les importa lo que hacen. ¡Y cómo suena esa batería!
Como rasgo diferencial veo en este Thirteen un disco más desatado que el anterior. Su nuevo trabajo quizás sea más rockero, más entregado a los riffs de guitarra y menos a la melosidad y los medios tiempos con predominio de teclados. Prueba de ello, además de una general ejecución más rotunda, son canciones como «Love and war», «Turn this car around» o «Every man needs a woman». Y eso se aprecia también en la forma en la que Steve Overland se la juega en ciertas ocasiones rozando el exceso, quizás tratando de aportar algo diferenciador y arriesgando en la cuerda floja de los agudos de las suyas a los que aún puede llegar, o simplemente porque se deja llevar por la canción. Eso es algo que me suele gustar en los cantantes maduros aunque no puedo evitar sentir en algunos momentos que alguna subida se la podría haber ahorrado («Talk is cheap»). Por otro lado se agradecen la espontaneidad y la entrega.
Creo que si alguien me dijera que quiere escuchar a FM y le pasara este nuevo disco, estoy seguro de que me diría: «oye, que no te he pedido un greatest hits». Es lo malo que tiene que estos tíos nos tengan tan acostumbrados a la excelencia. Tenemos idealizados Indiscreet (1986) y Tough it out (1989), y no sin motivo, pero su nuevo álbum no carece de nada de lo que tengan aquellas dos obras, excepto su contexto temporal. Como poco, y digo como poco, Thirteen es igual de bueno que aquellas dos. La música que ofrece FM sigue manteniendo el atractivo y la magia de entonces, y eso es un logro admirable. Quizás seamos nosotros los que hayamos perdido, al contrario de lo que se aprecia en los músicos de esta banda, la capacidad de excitación que produce la música y que sólo seamos capaces de apreciar lo que el velo de idealización del tiempo nos pone en bandeja.
En ese sentido y escuchando este extraordinario trabajo me surgen algunas preguntas: ¿Siguen por aquí todos los que los seguían entonces? ¿Todos esos aficionados van a comprar su nuevo disco y lo van a admirar igual que a los otros? Si les gustan tanto aquellos tendría que encantarles ése, porque si los músicos que los crearon eran buenos entonces, ¿no sería lógico que ahora fueran mejores, más sabios, más experimentados, más conocedores de su arte? ¿O es posible que porque estoy aislado de las venenosas redes sociales no percibo que la misma gente que adora sus primeros trabajos los sigue con igual entusiasmo ahora?
Pocos discos he escuchado últimamente que tengan un comienzo tan arrebatador como el que ofrece «Shaking the tree», y pocos singles tan representativos y convincentes como «Waiting on love». El resto es, sencillamente, excelencia.
FM:
STEVE OVERLAND: Cantante, guitarra
MERV GOLDSWORTHY: Bajo
PETE JUPP: Batería
JEM DAVIS: Teclados
JIM KIRKPATRICK: Guitarra