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EL ESPEJO (Jafar Panahi, 1997)

EL ESPEJO (Jafar Panahi, 1997)

Por Lilia.

 

Tengo la suerte de que mi hermana es tanto cinéfila como cineasta y, además, la mejor hermana mayor del mundo. Cuando estoy desesperada, perdida en algún rincón lejano del mundo, y me hago el favor de decírselo, me abraza con sus palabras y me deja en la compañía de alguna buena película, que entonces es ella misma, son sus brazos cálidos, es su comprensión en imágenes llenas de historias ajenas a la mía. El otro día, en esto que ya se está volviendo rutina, la llamé entre llantos, y acabó recomendándome la película “El espejo”, de Jafar Panahi. Me dijo: “deberías ver películas con niños, Lili; verás como todo mejora un poco. Yo vi El espejo y me encantó. ¡Es una niñita iraní!”; le dije: “está bien; es verdad que los niños iraníes me ayudan” -pensaba en Kiarostami y Dónde está la casa de mi amigo, o El viento nos llevará, ambas recomendadas por ella, y encantadoras- “la veré ahora, creo que está en Filmin”.

Después de este prólogo, necesario porque forma parte de mi experiencia de la película (o sólo porque sí), me encontré con otra de sus películas salvadoras, llena de ternura, honestidad e imaginación. Su protagonista, una niña de unos seis o siete años interpretada por la adorable (y algo repelente, lo que la hace todavía más adorable) Mina Mohammad Khani, vaga por Teherán intentando llegar a su casa después de ver que su madre no aparezca a la salida del colegio. Aventurera y decidida como pocas, pregunta sin temor y con una asertividad muy cómica a diferentes transeúntes cómo llegar a “una plaza con unas fuentes y una estatua”, se sube a varios autobuses y se agarra a las vestimentas de los adultos para cruzar las alocadas calles, en la odisea de su retorno a casa, cuya dirección específica desconoce.

De repente, antes de romper otra vez en un llanto más que comprensible, una voz masculina aparece y rompe la cuarta pared: “Mina, no mires a la cámara, por favor”; y de golpe la película se quiebra. Acompañada por un cambio de filtro en las imágenes, Mina se dirige al equipo de rodaje mientras se quita la ropa de su personaje: “¡No quiero actuar más! ¡Dejadme en paz!”, y sale del autobús, enfurecida -y con la misma asertividad que la niña a la que interpretaba 10 segundos antes-, dispuesta a volver a su casa.

La magia es que no conocemos si esa casa es la misma que la casa que buscaba antes, si esa Mina es la misma que la Mina anterior o si la ruta a su casa es la misma o el camino inverso. Pero Mina se olvida -o no- el micrófono y comienza su segunda aventura, seguida por las cámaras, dejándonos en un vacío entre la realidad y la ficción. Se crea un duplicado casi idéntico de la primera mitad de la película que sin embargo sabemos que no es su continuación, y, en medio de todo esto, Panahi (y Mina) nos obliga a pensar en los simulacros y la realidad, lo fácil que es volver ficción la realidad y volver realidad la ficción. Y entramos en un juego maravilloso.

La niña -como siempre, o como casi siempre- es la clave: son su naturalidad y saber-sólo-estar (¡qué posmoderno! O ¡qué heideggeriano suena esto!) frente a la cámara lo que permite este juego entre realidad y ficción, que no sería posible con la actuación impuesta de un adulto. Si no fuera porque Mina parece exactamente la misma persona en las dos partes de la película, sólo tendríamos dos películas diferentes; pero es esta continuidad entre ambas la que nos hace pensar, la que nos permite imaginar que sería posible crear mil películas diferentes sólo a partir de un corte como el anterior, y la que convierte a la película en una obra verdaderamente interesante (y enternecedora y divertida). Además de todo eso, como bonus, un maravilloso documental sobre el cine. Y, repito -por favor, no se entienda esto como ninguna clase de fetiche u otra cosificación, sino como una devoción sana y pura-, una magnífica y adorable niña iraní.

¡Qué suerte tener una hermana cinéfila y cineasta que me hable y consuele a través de películas, y qué feliz me siento de que una película me sane, como ésta y las de Kiarostami lo hacen! Casi que me entran ganas de estar triste para que me diga más. Pero bueno, no van a ser todo experiencias tan intensas, está bien a veces vivir sólo en la ficción o sólo en la no-ficción y no preguntarse por el juego de todo esto, que no todos tenemos las mismas agallas que Mina y algunos nos quedamos perdidos sin saber volver solos a casa.

 

elespejoJafarPanahicartel
Intérpretes:
Mina Mohammad Khani
Aida Mohammadkhani
Kazem Mojdehi
Mohtaram Shirzad
Tahereh Samadpur
Naser Omuni
Guión:
Jafar Panahi
Fotografía:
Farzad Jadat

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