Literalmente.
Por José Ramón González.
Al comienzo de la película Álvaro está en una clase magistral sobre escritura en la que están proyectando un vídeo sobre un terco pingüino que, pase lo que pase, está empeñado en seguir su camino. Álvaro está obsesionado desde hace años con escribir; no con escribir un libro, ni con escribir una novela de éxito, sino con hacer literatura, pero se estrella constantemente contra la página en blanco. Está casado con Amanda, una escritora de éxito, una superventas, a la que descubre dentro de un coche (blanco) pegándosela con otro y se separa de ella. Le ofrecen tomarse unas vacaciones en el trabajo para recuperarse y aprovecha para dedicarse a lo que quiere: escribir. Alquila un piso de paredes blancas, se lleva su ordenador (blanco) y sus libros, y a ello que se pone.
Al mismo tiempo acude a un taller de escritura, donde lleva tres años, y recibe una humillante valoración por parte de su profesor porque sus textos no tienen vida, y un consejo: “Viva, mire, escuche”. Álvaro, que parece tener ciertas dificultades para entender las expresiones figuradas ―ahí está como prueba la impagable escena en la que ejecuta también literalmente la expresión “poner los huevos encima de la mesa”―, no hace otra cosa, al menos la segunda y la tercera porque la primera ofrece su ambigüedad. A partir de entonces escuchará y observará a sus vecinos para hacer de ellos personajes literarios: también literalmente.
En esta nueva película de Manuel Martín Cuenca nos encontramos frente a una historia que transmite autenticidad y genera interés desde los primeros minutos. Parece que al director andaluz se le dan bien las adaptaciones de textos literarios, como demostró con La flaqueza del bolchevique y con su anterior filme Caníbal. Aquí lo hace con la novela El móvil de Javier Cercas. De lo que no cabe duda es de que sabe sacar lo mejor de los actores que trabajan con él: Luis Tosar, Antonio de la Torre, también presente en El autor en el papel del profesor, y el apabullante Javier Gutiérrez, protagonista de la misma.
La película, abierta y luminosa (blanca) en muchos momentos, vira hacia lo oscuro y opresivo con encuadres llenos de sombras que nos conducen al género del suspense. En este aspecto visual son un acierto las sombras de los vecinos proyectadas en la pared del edificio mientras Álvaro los espía del modo más sucio: desde el cuarto de baño. Entre esos personajes destaca la presencia de la portera, interpretada maravillosamente por Adelfa Calvo.
Álvaro quiere transformar la vida en literatura y no alcanza más que a copiarla, del mismo modo que no traslada la vida al papel, sino que comienza a tratar a sus vecinos como personajes confundiendo la vida con una historia de ficción, aunque con consecuencias reales. De lo que no es consciente es de que él mismo transmuta en personaje de su propia historia en la que los movimientos sobre el tablero, representados en las partidas de ajedrez que juega con otro de sus vecinos, también le afectan.
El autor es divertida, bastante retorcida y cargada de autenticidad, al tiempo que proporciona al espectador material suficiente para reflexionar un buen rato después de ver a Álvaro-pingüino alejarse caminando por un significativo pasillo blanco.
Intérpretes:
Javier Gutiérrez
María León
Antonio de la Torre
Adriana Paz
Tenoch Huerta
Adelfa Calvo
Rafael Téllez
Guión:
Manuel Martín Cuenca
Alejandro Hernández
(Basado en una novela de Javier Cercas)
Música:
José Luis Perales
Fotografía:
Pau Esteve