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CUENTOS DE TOKIO (Yasujirō Ozu, 1953)

CUENTOS DE TOKIO (Yasujirō Ozu, 1953)

La mejor noche en Tokio.

Por ELS.

 

Empecé a escribir sobre Cuentos de Tokio para que se quedara más tiempo conmigo. Me asustaba pensar que pronto terminaría el fin de semana, volverían las miles de cosas simultáneas que atender y en las que pensar, y me olvidaría de ella. Y, como dicen en Breve encuentro, no quería que llegara ese momento, quería recordar…

…porque Cuentos de Tokio no acaba con los títulos de crédito y las luces de la sala encendidas, sino que te acompaña invisible y te hace desear encontrar más como ella para no abandonar nunca esa consciencia sensible de la realidad. Es una de esas películas que tiran de las emociones que más valoras, las agarran y las aprietan, pero ese nudo emocional peligra con las actividades cotidianas.

En este caso el desapego afecta a una familia japonesa. Unos padres viajan a Tokio para visitar a dos de sus hijos y a su nuera, mujer de otro hijo ya muerto. Ellos viven en el campo y la distancia hace que no los vean a menudo; tampoco tienen teléfono para llamarlos. Por eso, padres e hijos resultan casi tan (des)conocidos como padres y nuera.

Japón y la familia, dos temas que, tratados con una sensibilidad silenciosa, se hicieron conmigo desde el principio y durante todos los minutos de la cinta. La disposición de las casas japonesas, con sus puertas correderas de madera, las mesas bajas, los futones, y la postura de rodillas que adoptan los japoneses cuando comparten esos espacios interiores, admitían una cámara quieta y serena. Así quedaban encuadradas las conversaciones familiares, de tonos que emocionan sin alterar el volumen, con personajes que lloran y que se ignoran o se consuelan sin rozarse siquiera. Yo permanecía allí clavada como la cámara, implorando en silencio que se cogieran de las manos y sabiendo que no lo harían.

Benito Zambrano diagnosticó en su presentación de la película que las prisas, el no detenerse en lo que verdaderamente importa y dejarse llevar por las innumerables distracciones y obligaciones diarias, eran una de las enfermedades de la sociedad urbana, y que se unía a otras que la humanidad lleva arrastrando durante siglos. No obstante, que nadie espere una ciudad de rascacielos y atareados empresarios; quizá sea, entonces, una enfermedad que ya existía antes de nuestras ciudades. Al tiempo que asumía la tristeza de reconocerla en la película de 1953 y en mi 2019, quería mirarlo todo sobre los japoneses: la cadencia de su voz, si les resulta cansado agacharse o vestirse así cuando hace tanto calor, qué cualidades aprecian, cuánto conocen del otro y cuánto se ocultan los miembros de una pareja… Cuando la película terminó tuve que regresar a regañadientes a la vida y a otra sociedad con síntomas. Afortunadamente, siempre quedan individuos inmunes, que no se contagian, y emociones lo suficientemente resistentes.

 

CUENTOSDE TOKIOYasujirōOzu1
Intérpretes:
Chishu Ryu
Chieko Higashiyama
Setsuko Hara
Sô Yamamura
Haruko Sugimura
Kuniko Miyake
Kyôko Kagawa
Eijirô Tono
Guión:
Yasujirō Ozu
Kogo Noda
Música:
Takinori Saito
Fotografía:
Yuuharu Atsuta

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