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ALCATRAZZ «No Parole From Rock ‘N’ Roll» (Rocshire Records, 1983)

ALCATRAZZ «No Parole From Rock ‘N’ Roll» (Rocshire Records, 1983)

Cuando el genio no llevaba j.

Por José Ramón González.

 

He dudado bastante antes de escribir esta reseña considerando que, probablemente, para transmitir la grandeza de esta inolvidable y excepcional obra de arte no podría encontrar la inspiración que sus músicos sí alcanzaron para crearla. Sin embargo he tenido en cuenta que van camino de cumplirse los cuarenta años de su publicación, por lo que podría ser útil ponerlo al alcance de aquellos a los que pudiera interesarles su existencia.

Y eso que creo que si alguien que tuviese interés por acercarse a esta controvertida y apasionante música que es el hard rock ―o rock duro― me preguntase qué discos imprescindibles debería escuchar, no le recomendaría No parole from Rock ‘N’ Roll de entrada. Es un álbum tan importante, tan relevante, único, mágico, admirable, asombroso… que lo reservaría para más adelante. Pues además, si después demandase alguno más como éste tendría que decirle que no lo hay. Por los mismos motivos por los que a nadie se le ocurriría recomendar El Padrino a quien no fuera aficionado al cine, o que se zambullese de cabeza en La Regenta a alguien que no hubiese leído gran cosa. Todo con lo que se encontrara después le iba a parecer mucho peor.

Porque perfecto es uno de los adjetivos que suele atribuirse al primer disco de la banda Alcatrazz, y eso suele intimidar. Pero ¿existe el disco perfecto? No lo creo. El adjetivo perfecto no es precisamente el más amigable para la música. No es habitual que alguien escuche a un músico por su capacidad para hacer cosas perfectas. En cambio, emocionante sí que hace buenas migas con la música.

Y precisamente de esto tiene mucho No parole from Rock ‘N’ Roll. Y de dramatismo, de energía, de maestría, de deslumbramiento… A ese improbable sujeto que me preguntara sí le contaría que en ese álbum tocaba la guitarra un muchacho que saltó a la fama gracias a él y llegó a lo más alto en menos que canta un gallo. Su interpretación en él abrió un camino casi infinito a montones de guitarristas que lo siguieron, músicos técnicamente asombrosos, algunos de ellos muy buenos, otros muchos simples atletas del mástil que no aportaron nada. Por entonces se llamaba sólo Yngwie Malmsteen, sin la jota, y era un muchacho sueco de tan solo veinte años que tocaba como nunca se había escuchado, inspirado por su admiradísimo Ritchie Blackmore pero adelantándolo por la derecha a trescientos kilómetros por hora con el pistón de la música clásica a tope. Su estilo, definido por ello como neoclásico, hizo estragos en el hard rock a partir de 1983.

Lo que ocurre con este disco es que sí, los solos que escuchábamos meses atrás en el LP de Steeler, el primero que grabó Yngwie Malmsteen, son ya espectaculares, muchos de ellos con progresiones parecidas a las que deslumbrarán en No parole from Rock ‘N’ Roll, pero no gozan del contexto musical en el que esos desarrollos instrumentales van a brillar y tener un sentido mucho más profundo. Pues al contrario de lo que ocurría en aquel, por otro lado interesante, trabajo, las canciones del álbum de Alcatrazz no están ahí para servir de sostén a los solos de Malmsteen sino que hacen que los solos de guitarra del joven guitarrista sueco adquieran un relieve mayor, tengan un sentido más amplio y, juntos, contribuyan a crear una composición que se eleva a los altares de la excelencia. Y eso ocurre con todas y cada una de las que forman parte, ahora sí lo afirmo, de esta obra maestra titulada No parole from Rock ‘N’ Roll.

El primer disco de Alcatrazz es uno de esos que uno se reserva para sacarlo sólo en ocasiones especiales, para asegurarse de mantener la magia intacta, para no desgastarlo, para poder recuperar cada cierto tiempo unas sensaciones irrepetibles, porque No parole from Rock ‘N’ Roll, como decía antes, es único, especial, y lo es por varios motivos, todos ellos extraordinarios. Uno de ellos es que es la única ocasión en la que Malmsteen fue capaz de encajar en un grupo y ello sirvió para crear una obra tan robusta como la roca a la que remite su nombre, y tan emocionante como con sentido y artísticamente ejemplar. Sin embargo, si se visualizan sus actuaciones en directo con la banda, se puede observar que muy poco después de grabar el álbum Yngwie Malmsteen ya no podía o no sabía estar en un grupo en el que él no fuese la única estrella. En el conocido directo de 1984 su guitarra eclipsa todo lo que no sea ella misma, no hay hueco ni acorde sostenido que no sea quebrado por las incontables notas que es capaz de introducir en pocos segundos, no hay sonido más alto que el de su instrumento, no hay espacio en el escenario para nadie más que él. Cualquiera es capaz de darse cuenta de que aquello no era un concierto de Alcatrazz sino de Yngwie Malmsteen, a quien acompañaban un tal Graham Bonnet y tres tíos más. Cuando se viene arriba empieza incluso a dirigir la banda, dar instrucciones al batería y se olvida de que allí arriba hay alguien más que él. Su ego se expande más rápidamente que sus notas, consciente de que allí los simples mortales están para verlo a él, o eso es lo que él entiende porque ¿quién leches no va a quedar boquiabierto al ver lo que es capaz de hacer con su guitarra?

La banda la formaron Graham Bonnet, rebotado de Rainbow y después de grabar con Michael Schenker Assault attack, junto a los ex New England Gary Shea y Jimmy Waldo y el batería Jan Uvena. Y claro, el citado Yngwie Malmsteen. Pobre Bonnet, que salía de sufrir al maestro para encontrarse con el discípulo aventajado. A propósito, el cantante hace un trabajo espectacular, al igual que el resto de la banda. Algo que se percibe ya en los primeros compases del álbum, cuando empieza a sonar «Island in the sun», la espectacular entrada a la obra por medio de la batería de Uvena, con los teclados triunfales de Jimmy Waldo, envidia de cualquier conjunto de rock melódico, con una banda que suena tremendamente conjuntada. El equilibrio entre los teclados y la guitarra es pura magia, adrenalina musical. El peso del bajo de Gary Shea se hace evidente pocos segundos después, esencial en la construcción del sonido del grupo que no deja nada al fondo. El estribillo de la canción no ofrece hueco a la demora para degustarlo, simplemente hay que rendirse a la fuerza y elegancia del mismo. «Island in the sun» fue el primer single; el segundo la indescriptible «Hiroshima mon amour»: épica y dramática al mismo tiempo, con un Yngwie Malmsteen descomunal, un Graham Bonnet desatado y una instrumentación portentosa. Una de las canciones míticas de la historia del hard rock.

A pesar de ello, esas dos creaciones no son las únicas que hacen de este álbum algo excepcional: «Jet to Jet», que suena mucho a Rainbow y cuya estructura será revisitada por Malmsteen años después para su «Liar», ofrece una de esas secciones de guitarra neoclásica alucinantes (esta fue la canción elegida por Rocshire para abrir su primera edición del álbum). Y si hablamos de composiciones clásicas «Too Young to die, too drunk to live» ocupa un puesto de honor, introducida por la no menos clásica instrumental «Incubus» de Malmsteen. Instrumentalmente impecable, inspiradísima, con un crescendo muy logrado y unas líneas vocales trazadas con líneas académicas dignas de reconocimiento. El contrapunto perfecto a las sugerentes e hipnóticas melodías de «Big Foot».

Para el final dejan una composición escalofriante. De una gran intensidad emocional, contenida al principio, desoladora y dolorosa al final, «Suffer me» transmite una gama de sensaciones tal que uno no tiene más remedio que descubrirse progresivamente conmovido según avanzan sus sufrientes acordes y la sección instrumental que cierra la composición.

Y hay más. Mucho más. No parole from Rock ‘N’ Roll es una de esas obras inagotables. El afortunado aficionado que aún no la conozca tiene la oportunidad envidiable de adentrarse en una de esas obras de arte que hacen felices a los que la descubren y orgullosos a quienes la recomiendan. Un referente incuestionable, una creación artística impresionante, una soberbia conjunción de talentos que se da con tan poca frecuencia como la aparición de uno de esos cometas que se pueden visualizar una vez en la vida. Aunque no, un momento: he dicho que hay más.

Ese cometa tiene un nombre: Disturbing the peace, y está acompañado de otro astro: Steve Vai. Y para ver uno como éste también tiene que pasar mucho tiempo.

Alcatrazz - No Parole From Rock 'N' Roll_cover
ALCATRAZZ:
GRAHAM BONNET: Cantante
YNGWIE MALMSTEEN: Guitarra
GARY SHEA: Bajo
JAN UVENA: Batería
JIMMY WALDO: Teclados

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